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Patricia González 

COLOMBIA

Luego de ver mi seguridad vulnerada en Colombia, tuve que tomar una decisión rápida. Allá era fiscal de un grupo especializado anti secuestro de la policía, y en una operación me identificaron. Mi marido estaba acá, en Chile, realizando un magister, y entre los dos no pudimos pensar en nada más. Sentimos miedo con mi familia, así que solo tomamos las maletas. Si mi esposo hubiera estado en cualquier otra parte del mundo, yo creo que habríamos terminado allá: Argentina, Perú, Estados Unidos, etc. Pero al final del día, agradezco que haya sido Chile nuestro destino.

Tal y como dije, a raíz de mi trabajo en Colombia vi mi seguridad y la de mi familia en peligro, y solo se nos ocurrió salir corriendo de allí, cuanto antes. Cuando se vive en una situación como en Colombia, no hay que dudar. Si esa gente te dice que te hará algo, lo van a hacer. No hubo opciones, solo una decisión rápida según las circunstancias.


 

 

 



 

 

 

Llegamos a Concón, pero por un tema de clima, que es tan distinto al de allá, más húmedo, mis hijos no se pudieron adaptar, así que nos mudamos a Quilpué. Aquí hemos hecho nuestra vida, y a pesar de que hace bastante más frío que allá, no es tan difícil adaptarnos. Tanto yo como mi marido nacimos en una región fría de Colombia.

Con el paso del tiempo y el inicio de la tranquilidad, ha dado espacio para pensar en todo. Terminamos muy agradecidos con Chile, ha sido un país muy amable con nosotros. Todos los días doy las gracias por ver a mis hijos crecer en un ambiente más sano y amigable del que habrían tenido allá. Acá puedo ir al centro a comprar y no tenerlos de la mano, nerviosa. La vida me presentó otros panoramas, alejados de las leyes y espero seguir por esa senda durante mucho tiempo más.

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Tomamos todo y nos vinimos. Lo único que aún me conecta con mi trabajo allá en Colombia son algunos libros de Derecho que alcancé a traer. Es lo único que aún me conecta con mi antiguo trabajo, y espero que algún día pueda volver a ejercerlo allá, aunque ya no como fiscal. Esa etapa ya está cerrada para mí.

Consuelo Coral

PERÚ

La idea no era quedarse en Chile. Tenía planes de viajar a Italia y allá hacer mi vida. Cambiar mi manera de vivir en Perú. Pero hubo algo sentimental que me hizo volver. Un amor. Decidí dejar de lado el engorroso trámite para viajar a Europa y, luego de viajar de vuelta a Perú, me embarqué nuevamente hacia Chile.

Una sobrina me pasó el dato de que la situación económica en Chile estaba buena. Me vine de curiosa, a ver si la suerte me tendía una mano. La primera vez no me vine con un objetivo claro solo quise juntar dinero durante un par de años y poner un negocio en Perú, cuando volviera.

Y con estos sueños uno carga durante su estadía. Son nuestro motor y, en mi caso, lo que me movía eran las fotos de mi familia, que las traje en unos álbumes de fotos guardados en mi maleta. Las imágenes eran de mi hijo mayor, que en ese entonces era chiquito y se quedó en Perú, y de mi mamá, las que me mantenían firme. Uno sabe que va dejando parte de su vida allá, pero todo esto se trata de tener mentalidad ganadora.

Ahora llevo un tiempo sin trabajar en algo estable. Casi seis años, y me dedico casi enteramente al hogar, a cuidar a mi hijo menor. De vez en cuando vendo ropa: chalecos en invierno, por ejemplo, y vendo artículos Natura, como perfumes y cremas. Al final no suma tanto, pero a veces hay que mantenerse ocupada. Si no una se empieza a deprimir y estresar de tanto estar en casa.

Aunque nunca es fácil. Vengo criada con una cultura diferente, un pensamiento distinto. A veces camino por el centro y cuando alguien te pasa a llevar, no se detienen a disculparse. A mí me enseñaron a detenerme y pedir perdón, aunque sea un segundo. En ese sentido, la gente es más fría acá. Más allá de eso y la comida, no es tan difícil acostumbrarse a la vida de los chilenos.

Si me preguntas, no sabía qué esperar de Chile, y tampoco me he sentido tan sorprendida. Vengo de Lima, que también es una ciudad grande con mucha población, así que se sentía como estar lejos, pero en el mismo lugar al mismo tiempo. En ese sentido, sigo pensando igual. Sigo juntando dinero para llevar a cabo el proyecto con el que soñé hace años. Tal como la primera vez que vine, espero algún día poder poner mi propio negocio, administrado por mí.

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Luís González

VENEZUELA

Llevo 15 años siendo barbero. Es un trabajo gratificante, y se basa en el “cliente frecuente”: uno suele atender a un mismo grupo de personas, siempre. Es extraño que entre gente nueva. Pero en Venezuela la situación no estaba para costear la barbería. Tuve que conseguir trabajo en una escuela y vender repuestos usados por Mercado Libre para buscar subsistir. Finalmente no logré mantener mi

negocio.

 

Me puse a buscar qué países serían un buen destino para iniciar una nueva vida. Tenía algunos compadres acá, y añadido a que investigando vi que Chile era uno de los países más estables económicamente, no lo pensé dos veces. Aunque me sentí un poco perdido: además de las playas y el Festival de Viña del Mar, sabía poco y nada del país.

 

La decisión pasó principalmente por un tema económico. Venezuela estaba descapitalizado. Las hojas para atender en mi barbería las compraba todos los días a un precio diferente, y eso modificaba los precios de atención, y los clientes empezaron a dejar de ir. Pero la razón principal fueron mis hijos: tener que jugar a inventar comidas con lo que se alcance a comprar es una cosa, pero que no alcance para los medicamentos y poner en riesgo la salud de mis hijos es algo totalmente diferente.

Entonces, antes de emprender el viaje por tierra, que tardó 10 días, mi esposa me regaló una cadena. Es una muestra de amor y un símbolo de resistencia. No importaba qué tan difícil estuviera la situación, mientras tuviera la cadena sabía que mi familia estaba conmigo. No me la saco para nada, ni siquiera para ducharme o dormir.

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Cuando llegué, lo que más me golpeó fue el clima. El cambio entre el tropical calor de Venezuela y el frío del invierno chileno, sobre todo en las ciudades costeras, es muy brusco. Incluso en los días de calor a veces hay una brisa helada, que en algún momento causó que se me hincharan las manos y los pies. Pero uno se acostumbra, es uno de los desafíos que hay que afrontar cuando se buscan nuevas oportunidades fuera de casa.

 

Y mi oportunidad está acá, en Chile. He ido cumpliendo pequeñas metas, de a poco: Primero establecerme acá, luego traer a mi familia y ahora estoy en el proceso de documentación de la visa. Pero mi gran esperanza es pedir un crédito y montar mi propio negocio. Mi propia barbería.

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